Revista Anestesia

𝙴𝚕 𝚍𝚘𝚕𝚘𝚛 𝚜𝚎 𝚚𝚞𝚒𝚝𝚊 𝚌𝚘𝚗 𝚕𝚎𝚝𝚛𝚊𝚜

Buscando la novísima poesía brasileña

Septiembre 2021

Autor: Fernando Reyes Trinid

A Jesús Gómez Morán

 

 

No hay creación sin tradición previa

Carlos Fuentes

 

Eluard, Breton, Dalí. Arriba la carita de Frank Sinatra. El mundo conquistado por los pies de mujeres sesenteras.  Eso es la poesía de Rio de Janeiro. David Bowie volando entre edificios, Silvester Stallone dentro de una luna onírica y Elvis Presley bailando en Copacabana; eso es la poesía de Rio de Janeiro. Collages de Augusto de Guimaraens Cavalcanti que ilustran su libro Os tigres cravaram as garras no horizonte, con caligrafía dadaísta deseándome que los “tigres claven sus garras cuando menos lo espere”. Y así fue, esta noche que las garras se clavan en el recuerdo de mis día cariocas, buscando todas las mañanas a mi garota de Ipanema, o de Copacabana o Botafogo; las playas que me acogieron y renovaron mi aliento. Buscando.

       Este libro, claro homenaje a William Blake, se convierte así en hilo conductor de lo que concibo como poesía carioca y, más allá, como poesía brasileña, poesía hispanoamericana, iberoamericana, universal contemporánea. Lo que se escribe en éste y muchos países por las nuevas generaciones, autores que ahora tienen alrededor de 30 años, como este autor (1984) que tuve el privilegio de traducir, o Mariano Marovato (1982) o Domingos Guimaraens (1979). Leer Os tigres fue otra rayita para este que escribe. Fue constatar que la poesía ya dejó de ser una damita inmaculada. La poesía que se escribe hoy, en Brasil y en muchos países, es un loca inasible, galante con vestidos del siglo XIX que sólo usa para ambientarse. Es una mujer sin rostro, provocativa, esperando con maleta en mano un autostop a la orilla de una carretera hecha de madera y puertas; tal como la portada de este segundo libro de Augusto, quien con alta calidad poética, nutrida intertextualidad, más allá del homenaje, el collage y la parodia, escribe: “Gostaria de imaginar um Esperando Godot encenado por Silvester Stallone como Pozzo, e Arnold Schawzneger como Lucky”; “Não estaria Blake descrevendo Kripton, planeta que explode?”; “Eu te saúdo André Breton do Grand Canyon ao Colorado”. La poesía de  Augusto de Guimaraens Cavalcanti se nutre de los Andrade y de los Surrealistas: “Paranoia com brócolis”, “A avenida bem sabemos / é un chumbo / de pluma”. Rilke, Lorca o los Beatnick. “Poesía total, poética do paradoxo” le llama Cláudio Willer. Augusto está a punto de doctorarse “estudando diálogos do surrealismo na literatura brasileira e no campo artístico de uma maneira mais ampla….tentando esboçar uma relação intertextual mesmo, sem tanto o peso da influência, mas uma relação em construção ainda, que não é determinista nesse ponto. Estou estudando alguns escritores como Roberto Piva, Murilo Mendes, Claudio Willer, Oswald de Andrade, Flavio de Carvalho, Paulo Leminski, Glauber Rocha e Campos de Carvalho”. Los jóvenes poetas brasileños respetan a la generación anterior y ésta les da paso.

    Busco a mi garota, a coisa mais linda, mais cheia de graça, que não vi passar.

    Esta Weltanschauung se reitera en Amoramérica, donde conjuntamente Augusto, Mariano y Domingos, nacidos en Rio y conocidos como “Os sete novos”, dan su interpretación poética de América: sus ciudades, sus escritores, sus películas, sus actores, su rock, jazz y blues. Filias y fobias de América, de Norteamérica, de Estados Unidos, para ser concretos y no concretistas. Al final del libro, (previo texto “escrito a sete mãos”) cada uno hace una larga lista mencionando más intertextualidades, and the Oscar goes to: “Britney Spears, Lou Reed, Buñuel, Fritz Lang, Paul Valery, Ionesco, Neil Amstrong, Mickey Mouse, Maiakovsky, Zé Carioca, Jessica Rabbit, Joaquim de Souza, Jonh Cassavetes, George Gershwin” y un larguísimo etcétera.

      Desmitificación. Desacralización. Pus-modernidad. Globaliz-acción. Heterogeneidad. Eclecticismo. Mixtura. Parodia al mejor estilo de Severo Sarduy. Collage cultural. Os setes novos incluyen en sus proyectos poéticos, tal como me platicaron, vi y escuché, toda clase de innovaciones y discursos poéticos, distintas artes visuales y tecnológicas, pintura, collage, música, performances. Muestra clara de esto es un video que me regaló Domingos del colectivo “Opavivara”, que puede encontrarse en el mismo site triple dobleú. Ninguno de ellos deja de lado la fuerza difusora de la red. www.augustoazul.blogspot.com o www.marovato.org, donde escuché la excelente música de este compositor, poeta, músico en toda la extensión de la palabra. Recuerdo aún, después de la presentación en la Universidade PUC-Rio de Na outra margen do silêncio que traduje,  la deliciosa  plática con Marovato acerca de A Moreninha, considerada la primera novela de la literatura brasileña, al tiempo que yo le hablaba sobre la festividad de El periquillo sarniento, las coincidencias sobre la doble moral y las postrimerías del esclavismo moderno salieron a colación. En ese mismo restaurante, donde se reúne la crema y nata de la cultura carioca, Domingos me dibujó en un mantel manchado de pasta y Skol su árbol genealógico: Bernardo Guimarães, autor de A Escrava Isaura; Bernardo. La hermana de aquél tuvo una gran descendencia, de entre quienes surgió el otro literato Alphonsus de Guimaraens (quien le quitó la tilde a la ã de su apellido, quizá para que no se le confundiera con el autor de Grande Sertão: Veredas), quien, a su vez, trajo al mundo de las letras a João Alphonsus y  Alphonsus de Guimaraens Filho, éste último fue abuelo de Augusto y Domingos, con quienes compartía pizza y cerveja aquella noche en el corazón de una ciudad conocida tan sólo por su Cristo de Corcovado, su Pão de Açúcar, sus caipirinhas, sus playas, sus cuerpos perfectos, manoseados por filmes gringos y series como “O Mergulho”; su Bossa Nova, sus garotas estereotipadas y su futbol; por cierto sobre este tópico los poetas aludidos, Os sete novos, han escrito sendos textos.

      Pernocté varias noches en el departamento de Domingos Guimaraens, en el barrio bajo de Leblon, en el mismo edificio que vivió Manuel Puig. En las noches escribía mis crónicas o leía las composiciones clásicas y sonetos originalísimos para la época de Alphonsus de Guimaraens. Con el descendiente de aquella estirpe de talento, que él mismo estudia como tema de su doctorado, con este hombre de talante más bien alegre y pacífico, heredero de amor de sangre y cultivador de la amistad, con Domingos Guimaraens caminé Visconde de Pirajá y disfruté, acompañado de la artista plática Caroline Valansi, la ciudad desde el cielo (“Rio de Janeiro se chama assim porque os portugueses acharam que a bahia era um rio e tambem porque chegaram em janeiro”). Gracias a su hospitalidad no pagué 70 reales por noche en Chelagarto. Con él y Carole fuimos a ver “A descoberta das Américas” de Darío Fo, con el mejor actor que he visto en mi vida, Julio Adrião. Gracias a sus indicaciones ahorré mucho dinero para llegar al Corcovado o al Pan de Azúcar. También me orientó para planear mi viaje a Uruguay y Argentina, ciudad donde él vivió. “Buenos Aires deflorada” fue otro poema que traduje. Para no abusar de su confianza me escapaba en las mañanas a buscar a mi garota. Recorrí todas las playas de Rio, viendo cuerpos de hombres y mujeres de 50 o 60 años firmes y rebosantes de energía, en bicicletas, patinando, caminando, trotando o practicando Voley de praga. Casi coincidimos en la Livraria da Travessa para escuchar a Pablo Brito, poeta sesentón, quien se abre completo a las nuevas generaciones y sus propuestas.

       Caminando por la playa de Ipanema, después de tomar un tequila en la calle Vinicius de Moraes, escuchando a Tom, supe que había encontrado a mi garota. La garota que buscaba ya no era esa que vi y escuché del Bossa. La garota era más parecida a las canciones de Celso Fonseca que de Moraes y Jobim; éstos quedaron atrás como maestros. Regresan al presente a cada momento, mas los brasileños saben mucho de intertextualidad, de homenaje, de música y poesía reloaded. Por eso Celso, o Astrud o Tania Maria cantan en inglés y portugués.  Mi garota es cosmopolita, se renueva, revoluciona, no se anquilosa, no arrastra lastres, la poesía brasileña es una mujer original en su tradición, sin miedo a las innovaciones de nuestros tiempos. Es una mujer moderna que sabe a dónde va, ya no es la esclava Isaura, ni la Moreninha, ya no es la mulata que llevaron y trajeron los conquistadores, se ha rebelado. Se mete con la música y ya de por sí trae un ritmo que nadie para, coquetea con la pintura, tienen sus quereres con el performance, aparece en escena y no se recluye en un rincón esperando a ver quien la respeta como la damita virgen de otras épocas. Así lo entendí después de leer Amoamérica, después de leer la poesía de Os sete novos, los poemas de Geraldo Neres, Wilmar Silva, Beto Vianna, Welton de Souza, Rodrigo Starling, Regina Mello, César Magalhaes Borges, Tania Alice, Leo Gonçalves, Fla Perez, Edson Bueno Camargo y a otros que conocí, y a otros que traduje. Al menos así me los muestra la tradición de la ruptura que vi y viví en Rio de Janeiro, en São Paulo, Porto Alegre o Mináis Gerais (donde hay poetas debajo de las piedras). Así me lo mostraron con alegría todos los poetas con quienes platiqué y a quienes escuché leyendo su poesía desde dentro, con ritmo, gesticulando, cantando, bailando, jugando. Los discursos y las lecturas laten, vibran de juventud aunque tengan cien años de tradición, se mezclan y se iluminan como lo que John Updike escribe al inicio de su novela Brasil: “…los colores se amalgaman en uno solo y gozoso tono carne insolada que reviste la arena con una segunda piel viviente”. Brasil renace, su poesía, su pueblo, su gobierno.

     Verdadera tradición de la ruptura y ruptura de la tradición. Octavio Paz es el gran autor leído en sus poquísimas traducciones y ediciones. Rieron cuando les dije que “la poesía descansa en Paz”. Fue cuando más de uno se atrevió a decir que ya estaba hartos de Paz y su tradición, fue cuando me dijeron que estaban ansiosos por conocer nuevos poetas, nuevas propuestas, fue cuando salió por doquier la idea de traducir a poetas mexicanos y darlos a conocer. Ya querían tener en sus libreros, junto a Neruda, Girondo, Borges y Paz, a otros autores en lengua española.

    Ya en casa reflexiono sobre la vivacidad de la poesía brasileña y echando un ojo a su tradición reparo que desde Manuel Bandeira (1886-1968) ya existía esa hambre de trascender discursos y de interrelacionarse con otras artes, con la música (él mismo fue un excelente guitarrista y bohemio, además de profesor y traductor), sin perder el sentido crítico, pues él mismo se considera uno de los primeros críticos de arte y literatura brasileñas. Además de la herencia simbólica y modernista, el poeta pernambucano incluyó, sin miedo ni prejuicios, “poemas-piadas”, donde el humor, el juego de palabras y el erotismo descarado prevalecen.

    Por otra parte, otro maestro de la tradición, Carlos Drummond de Andrade, ya desde los años veinte del siglo XX había experimentado, del coloquialismo al más fino modernismo, con muchas composiciones poéticas, con la poesía visual, el calambur, el retruécano, la poesía pornográfica, sin dejar de lado el cultivo de las formas clásicas. Qué se puede esperar con estos maestros.

    Salí a buscar a Clarice Lispector y encontré a Hilda Hilst:

No me busques ahí
donde los vivos visitan
a los llamados muertos.
Búscame
dentro de las grandes aguas
en las plazas
en el fuego corazón
entre caballos, perros,
en los arrozales, en el arroyo
o junto a los pájaros
o en el reflejo
de otro alguien,
subiendo un duro camino

Piedra, semilla, sal
pasos de la vida. Búscame ahí.
Viva.

En: Da morte. Odes mínimas (1980)

 

   Agradezco a todos los poetas que conocí en “terras brasilis”, que me hicieron disfrutar en vivo la poesía y me hicieron leer más y más. Con ellos este tigrillo se pintó otra raya. Agradezco, ya que me retiro, a un doctor en letras mexicanas, el único doctor que bailó conmigo “Don´t stop it now” de Queen. Con ese doctor, mi amigo desde hace un cuarto de siglo, compartí mi gusto, desde entonces, por la lengua, música y literatura brasileñas.

 

 

Fernando Reyes Trinid es poeta, ensayista, narrador, cronista, profesor y psicoterapeuta. Ha traducido, compilado y traducido del portugués: Na outra margen do silêncio. Antologia de poesia contemporânea brasileira y Cortei a laranja em duas. Antologia de poesia portuguesa contemporânea. Compiló también dos antología de poetas mexicanos traducidos al portugués por el poeta Leo Gonçalves: Tenho tanta palabra meiga y A medusa dual. Ha antologado poesía mexicana, cubana y peruana.