Buró espejado

Abril 2025

 

En aquella mañana de caldo enjaulado, con brisa de río semiapagada, Soledad buscó en su bolso las llaves de la puerta. Era una vieja puerta de madera acaramelada, oliente a crema quemada, que con el solo hecho de mirarla le provocaba indigestión. Los dedos embetunados no alcanzaban a agarrar, del fondo, el juego metalizado en el bolsillo perdido.

            Al fin logró pescar el llavero escurridizo que sonaba al ritmo de mini campanillas de bronce, y le provocaban migrañas sin ni siquiera ver de cerca a algún insecto. Eligió acertadamente la media naranja de la gruñona. Hizo el giro perfecto del Pericón y logró entrar al recinto desolado.

            En la silla giratoria se desplomó como vaca de pobre y su bolso quedó atragantado debajo del buró que la esperó impaciente todo el fin de semana. Cuando recobró el aire mezclado con encierro, leyó un cartel, en letras de imprenta y tinta azul, pegado al espejo del buró: “Usted está siendo filmado. No revisé papeles ajenos. ¡Aléjese!”. Recordó haberlo escrito el mes pasado, durante un lapsus de brillante imaginación. No encontró un fundamento preciso para mantener vivo el letrero, pero le resultó un entretenimiento jocoso para su prima Soledad. Lo había dejado por si las moscas eran atraídas por la acaramelada.

            Todo se encontraba perfectamente organizado, en el mismo lugar y a la misma hora. Relojeó la bandeja de papeles y eran varios los acumulados. Esa mañana no recibió el contagio de su lectura habitual de marañas, ni de los títeres ni del titiritero. Respiró hondo para poder bucear, con mayor facilidad, en lo espejado del buró heredado.

De su campo visual arrancó el letrero rechinador y se reflejó en una especie de arrecife de corales. Eran pocas las cosas que le devolvía, todas parecían objetos también heredados. Un cuadro invertido, con marco de madera oscura y paspartú en tela rosé, donde la cabeza de un humano caía en picada hacia un fondo blanco, y entonces volvió a mirar. Esta vez pensó que rosé no era igual a roce. El cuadro permanecía estático. Un lazo de amor, de hojas largas y finas, tocaban el techo invertido de aquel recinto, y llevaba un sombrero terracota fabricado en un material común y corriente. Resultaba ser la única compañía del humano de brazos cruzados, al que conocía en profundidad, de sus libros de Historia.

            Continuó hurgando en la transparencia del agua espejo, y se topó con la mirada de dos luces. Parecían colgadas de un parachoque perdido, del cual no halló explicación. Una, lisa y sin gracia, la otra retorcida como caparazón de caracol. La encandilaron cuando su cabello rizado bajó hacia el fondo, mientras le cubría su perfil de piel morena.

            Agotada de tanta profundidad, se lanzó hacia la superficie y comenzó a observar. En una madera añeja encontró miles de líneas, yendo y viniendo sin destino determinado. Formaban caminos claros y oscuros, y una serie de dibujos difusos, imposibles de descifrar. Podrían estar creando figuras geométricas, o tal vez vías de trenes, pero no se distinguían. Solamente se entrelazaban, engrosaban y afinaban, y se volvían a entrelazar con patrones sin estructura conocida. Creyó estar mareándose hasta que alguien golpeó a su puerta. Se asomó y no encontró a nadie en el umbral. Sacudió la cabeza, como lo más natural del mundo, y se le cruzaron pensamientos asociados a algún espectro o a la brisa de río semiapagada.

            Nuevamente se sentó recordando a su prima Soledad. Deslizó el brazo y, con pereza sobre su diestra, escribió un conjunto de palabras que dejó olvidadas en uno de los cajones del buró.           Los caminos lineales la dispersaron, y sin lograr concentrarse comenzó a contarlos. Se percató de que eran demasiados para esa mañana, o quizás ni en toda su vida terminaría de contabilizarlos.

            —¿Serán jeroglíficos? —habló para sí, o tal vez en voz baja para no ser escuchada—.

            —¿Quién será el autor de este arte rupestre?

            —¿Podrá ser llamado arte?

            —No primita, fíjate bien. Esto no es arte —creyó escuchar la voz de Soledad—.

            —¿Y entonces, obra de quién? —lo desconocía—.

            —Primita, recuerda que el buró es heredado —no sabía a quiénes perteneció. Uno, dos, diez, toda una gran incógnita. Lo único certero era que el buró espejado, ese día estaba con ella y con Soledad.

            —¿Y si a cada uno lo bautizo con un nombre? —percibió una gran idea en años luz—.

            —Aquí el camino Esperanza.

            —Prima, ¿de qué Esperanza?¿De la tía? Recuerda bien su nombre, Esmeralda. Ni se te ocurra equivocarte.

            —No me refiero a nadie de la familia —contestó segura de sí misma, y continuó—.

            —El Cortado —y lo saboreó como al café de todas las mañanas—.

            —El Ancho, el Fino, el Oscuro, el Grueso, el Retorcido, el Espiral, el Sin gracia… —y así continuó hasta llegar al Sin final.

Para ponerles nombres y armar un mapa también le resultaron demasiados.

            —Están todos en mi buró. Este sí es un verdadero mapa de rutas del buró —quedó completamente satisfecha con la conclusión a la que había arribado, aunque su pensamiento continuaba encendido.

La alcanzó la tarde y la encontró hablando sin afligimiento junto a Soledad.

            —Solo hago sin esperar nada humano.

            —Solo hago por mí y por la sociedad —replicaba Soledad—.

            —Solo hago por la eternidad —le retrucó.

 

Y después de tantas idas y venidas, desde unos de los caminos brotaron frases humanamente inentendibles. El contenido coincidía exactamente con lo escrito y guardado en uno de los cajones del Buró.

De repente, un nuevo letrero. Ahora sí se leía con total claridad: “Los papeles también me pertenecen. ¡Jamás me alejaré!”. Desconcertada enmudeció hipnotizada por un espectro que nunca logró ver. Esta vez, el pensamiento se le nubló y el diálogo con Soledad se agotó.

 

                                                  

 

 

 

Fue publicado en la Revista literaria relaciones Nro 488/9 de enero-febrero 2025. Montevideo. Uruguay

 

KARIN ADRIANA PERDOMO SILVERA

Nací en la ciudad de Durazno el 08/02/70 y me domicilio en Montevideo, Uruguay. Alterno mi vida entre Durazno y Montevideo. Soy Escribana Pública y Doctora en Derecho y Ciencias Sociales. Escribo bajo el seudónimo literario de  KAREN ZAPPHIRE.  Imagino el arte de escribir como un zafiro, requiriendo, desde su formación hasta su conversión en piedra preciosa, de un proceso especial que en la escritura conlleva a planificar, redactar y revisar. Me inspira mi bello Uruguay a través de los perfiles de vidas pasadas, sus tristezas y alegrías, trayendo a nuestro presente los sonidos y el aroma a quinta, campo, costa, playa y río, sin olvidar el frío del invierno y el amor por los seres queridos.

He participado y participo en diferentes talleres de escritura creativa, dramática, y de perfeccionamiento y profesionalización literaria, además de talleres sobre cuento fantástico y suspenso del Profesor Escritor Nelson Guerra. Actualmente estoy cursando el Taller “Las vanguardias” convocado por AEDI, cuyo Coordinador es el Profesor Escritor Nelson Guerra.

También he participado en los encuentros de Escribanos Escritores realizados por la Asociación de Escribanos del Uruguay y en la Semana Notarial de la Cultura. A su vez, en el año 2024, en la Revista digital Minicuentos y Arte Contemporáneo Uruguayo junto al grupo de 9no grado del Taller/Comunicación visual y su docente Claudia Perdomo, liceo Nro 2 “Victor Quiroga” de la ciudad de Durazno. Títulos de mi autoría: Umbral, Percepción, Laberinto de pinceladas, Pequeñez, Ancladero, Incógnita.

 

Publicaciones: libros

– 07/06/2023: “Eslabones perdidos. La imagen del bisabuelo” editorial Deletreo – obtuvo el 4to premio en el 46º Concurso literario “Dr. Alberto Manini Ríos” convocado por AEDI.

– 04/04/2024: “Huellas en la superficie” editorial EdB

– 09/08/24: Presentación de la Antología Literatura infantil y juvenil uruguaya “Juntando Colores” (EdB), intervine con el cuento infantil “ENTRE DURAZNOS Y PELONES”.

– 2024: Audiolibro infantil en Spotify “Popurrí frutal con Pía y Felipillo”.

– 2025: “Mujeres Amando – Reflexionando” se encuentra en imprenta.

El cuento Buró espejado fue publicado en la revista literaria relaciones Nro 488/9 de enero-febrero 2025. Montevideo.

Carta a María, Pórtico del Alma, El saludo, y Trasiego fueron publicados en el blog de Las Musas Despiertas de la Escritora Comunicadora Silvia Vázquez – Gral San Martín – Buenos Aires, Argentina.