Revista Anestesia

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Arrebato infantil

ILUSTRACION Arrebato infantil

Alfonso juega sentado sobre la alfombra. Sus imaginer铆as lo hacen estremecer.

El ni帽o destapa la pen煤ltima de sus mu帽ecas rusas, dentro halla una nota de rescate en vez de la figura m谩s peque帽a, la que a 茅l m谩s le gusta. Aquella mu帽eca que usa un vestido negro adornado con trece flores rojas, aquella figura, cuyas chapitas ocupan la mitad de la cara y cuya boca, debido a que fue trazada con apremio, parece que siempre est谩 mandando un beso.

El peque帽o lee, con miedo, el trozo de papel donde dice que Svetlana Patrovna s贸lo regresar谩 si 茅l coopera y no habla con ning煤n oficial, ni con ning煤n G.I. Joe, mucho menos con alg煤n soldadito de pl谩stico. Alfonso siente que a su coraz贸n le arrancan, de pronto, las rueditas laterales de apoyo, y que el 贸rgano comienza a tambalearse, a buscar la asistencia o la gu铆a de una figura paterna antes de estrellarse sin remedio contra el piso.

El chiquillo hace vibrar su celular relleno de chicles, imita luego, con la boca, el sonido de un timbre de tel茅fono.

Contesta la llamada.

Alguien le dice que a cambio de Svetlana Patrovna debe entregar tres millones en efectivo. El ni帽o no responde ni una palabra, pero dentro de su cabeza se escuchan los lamentos de todas las mu帽ecas chillonas de este mundo.

Durante una hora entera queda paralizado, r铆gido como los ojos sin vida de una Barbie, tieso como el pelo amarillento de un Playmobil.

Llega a la habitaci贸n un sobre con muchas serpentinas grabadas en los bordes. Dentro hay una tarjeta de cumplea帽os con la felicitaci贸n tachada. Junto al dibujo de un pastel de chocolate, se escribieron unas instrucciones de entrega y, con cinta adhesiva, se pegaron un mont贸n de trocitos colorados de madera. El secuestrador descarapel贸 una de las chapitas de Svetlana y mand贸 los despojos.

El ni帽o se rinde.

Saca de la caja del Monopoly los billetes que no se perdieron con los a帽os.

No son suficientes.

Tiene que extraer el resto del dinero de su Turista Mundial.

Junta la suma.

Pone el dinero dentro de una lonchera del Hombre-ara帽a. Camina hacia el ba帽o y deja dentro el rescate. Con un terrible dolor de est贸mago, el chiquillo vuelve a su cuarto.

Pasan minutos, horas. Pasan aviones de papel. Pasa el cami贸n de la basura. Pasan los Hombres X, su caricatura preferida. Pasa un avi贸n de verdad. Pasa el dolor de est贸mago.

Alfonso entra de nuevo al ba帽o. Temblando abre una de las repisas del espejo y halla, por fin, a su mu帽eca rusa, a Svetlana Patrovna. Le da un beso en la frente y se la guarda en una de las bolsas del pantal贸n. Juega a sentirse feliz.

Pero la simulada alegr铆a del ni帽o dura poco.

Camina hasta el cuarto de su hermana y entreabre la puerta. Los juguetes de la ni帽a, que siempre le parecieron enfadosos, hoy llenan a Alfonso de a帽oranza, de ternura.

A pesar de la ausencia, la habitaci贸n a煤n tiene el olor de su hermana.

El ni帽o mira con pesadumbre a su padre, quien se qued贸 dormido de nueva cuenta en la cama de la ni帽a. Esa cama p煤rpura que resulta insuficiente para cualquier adulto. Alfonso cierra la puerta. Cierra los ojos. Cierra, lo m谩s que puede, su empeque帽ecido esp铆ritu.