Revista Anestesia

𝙴𝚕 𝚍𝚘𝚕𝚘𝚛 𝚜𝚎 𝚚𝚞𝚒𝚝𝚊 𝚌𝚘𝚗 𝚕𝚎𝚝𝚛𝚊𝚜

Año nuevo

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Por Rocío García Rey

16 Marzo 2020

La niña sabía que si en año nuevo, el padre salía tarde de la fábrica, no habría ningún festejo.  Acaso, sólo se produciría el mágico sonido para pedir buena suerte. El padre festejaba la llegada del año golpeando un fierro que estaba en el patio de la casa. Pero la familia no imaginaba que aquella ocasión otro fierro estaría a punto de ser utilizado.

La casa era humilde y tenía una pequeña puerta de madera que repentinamente el compadre Ambrosio comenzó a tocar. Toquidos fuertes acompañados de una voz nerviosa para dar el aviso: “Ábranle a mi compadre. Lo vienen correteando. Ábranle pronto, vienen con cadenas”.

La madre, en plena confusión, antes de salir al patio, le dijo a la niña que no saliera de la casa. “Quédate, cuida a tu hermanita”.  La niña escuchó que la madre abría rápido la puerta. El padre entró gritando algo ininteligible para ella. La madre sí entendió y rápidamente interpeló al padre. “No salgas. No salgas, por el amor de Dios”.

La niña imaginaba la escena y sintió, como otras veces, la imperiosa necesidad de defender al padre. Se separó de la hermanita y tomó un cuchillo; corrió hasta quedar en medio de los padres. “No salgas”. Era la consigna repetida. El padre con barreta en mano hacía el movimiento perfecto pata abrir la endeble puerta. Los gritos de los perseguidores y el sonido de las cadenas eran parte de los últimos minutos de un año. La niña se aferró a la chamarra del padre y lo secundó en aquella improvisada defensa.

La repetida petición de la madre fue intempestivamente apagada por el sonido de varios tabiques caídos a causa de que el lobo, el fiel perro de la casa, había saltado de la azotea para defender a los suyos.

Lobo y perseguidores escenificaron una coreografía inesperada. Gruñidos y mordidas trataban de ahuyentar a los que, con asombro, castigaban al fiel perro pegándole con las cadenas. Padre y niña fueron una estatua con barreta y cuchillo en mano. Vieron así que el lobo, aún golpeado, correteaba a los hombres hasta que desaparecieron.

La niña y los padres parecía que representaban una escena congelada. El perro agitado y lastimado, regresó a casa. El padre aventó la barreta. Ese fue el sonido que con un metal había hecho el padre en aquel año nuevo.

La pequeña abrazó al padre, luego al perro. Ni el padre ni la madre fueron conscientes que ella también, en año nuevo, hacía un sonido metálico, cuando llorando, dejó caer el cuchillo al piso.