Anatomía del frío
Por Roberto Acuña
16 Septiembre 2020
I
El frío es una presencia difusa, no se mide por la velocidad del viento o por los grados centígrados. Se calcula en la forma en que miramos dentro y fuera de la ventana o del espejo hacia nuestro reflejo. No es la manera en que cae la lluvia, sino la forma que golpea entre las costillas. Es el espacio que media entre el cuerpo y su sombra, entre la carne y sus querencias. En pocas palabras, depende de nuestro estado anímico, del nivel de sal en la garganta.
No llega de frente, siempre es una puñalada en la nuca, un colmillo helado que rasga y disloca vértebra a vértebra los horizontes del esqueleto, corta la miel de las cosas cotidianas, de los objetos hechos para construir una sencilla alegría, como “La taza”, aquella insustituible para nuestro café. El frío también destruye el calcetín de mi perro, el movimiento de su cola, rogándome a jugar con él; o al sol de barro que me quedó de aquel invierno que fue el primero de todos.
A veces es compañero del miedo o su túnica y su osamenta. Es el insomnio o la sed del lobo bebiendo de mi sueño; la hoja en blanco para quien ha perdido la esperanza en las palabras o las palabras atoradas en la garganta que nos impide hablarle a la mujer que está sentada al lado nuestro en el metro o en el camión. Nos atenaza las manos y los pies, entonces vemos la claridad del golpe, el puño, los nudillos, cada uno de los dedos que se van cerrando, apretando en la palma, el ceño fruncido, la boca apretada, el odio desmesurado, el frío odio que nos golpeará y no podremos evitarlo.
Es el recuerdo que nos anquilosa. Puede personificarse en los cables de luz agitados por nuestra ansia de fatalidad o en el canto del pájaro muerto que apretamos dentro de los bolsillos; es una pregunta con una respuesta que nos negamos a ver; de hecho, no queremos una respuesta porque la sabemos, sentimos en el cuerpo su temperatura.
Hoy, mediados de mes, me viene el hielo de un mayo que no quiero recordar, todo este día he estado tratando de guarecerme de tanta intemperie, de ese pasado que se me adhiere a la piel y avanza con su remolino de alas muertas, de arenas blancas que inundan mis pupilas, se incrustan en ellas y me tallo hasta lijar mis ojos, pero entran por los oídos, la boca, las escucho agitarse, rodar cada vez más despacio hasta congelarse dentro de mi cuerpo.
II
El frío no se va, nunca se va, jamás se aleja. Ni en verano ni a mediodía; el sudor no lo calma porque éste es una gota de hielo, un colmillo, un veneno que no cesa, que va resbalando, encarnándose lenta y agudamente.
Pensé que podría acostumbrarme a padecerlo, como se acostumbra el cuerpo o la mente al dolor, a la soledad; pero no es una costumbre, no puede serlo, es el relámpago, su cicatriz en el pecho. Descorazona y ya nada puede calentarnos o partir el aire en dos, pues éste se deshebra y empieza a enredarnos, a tejer lentamente nuestra mortaja, a empaparnos los huesos.
No es una presencia, no es un cuerpo al que podamos calentar, se parece más a la memoria porque es ausencia y vacío; sombras y distancia; vuelve una y otra vez desde la charca del olvido intentando ahogarnos y lo logra. Endurece los ojos, hincha los párpados y quedamos como sapos muertos, petrificados en el instante en que la lengua atrapó a la mosca y la llevó a la boca, desgraciadamente la mandíbula de los muertos termina desencajada, la mosca vuela, nunca alcanzamos a tragarla.
Roberto Javier Acuña Gutiérrez (México, 1981). Es Profesor universitario en las áreas de literatura y comunicación en la UNAM. Entre sus publicaciones están los poemarios: Tarde en recordar (UANL, 2017). Los ojos negros de la noche (Surdavoz, 2019), Regusto a diablo (Tintanueva, 2019). Algunos de sus reconocimientos son: Mención honorífica en el “Premio Nacional de Cuento Beatriz Espejo 2011”. Primer lugar en el II concurso de cuento “La Ciudad Imaginada” (2012). En el 2013, segundo lugar en el “XVI concurso de poesía: Décima muerte”. Primer lugar de poesía en el “XVII concurso de poesía: Décima muerte” 2014. Ambos premios son editados por la UNAM. En 2015 obtuvo el tercer lugar en el “Concurso de ensayo de literatura coreana. Cuentos de la noche escalofriante”. Organizado por LTI Korea y Bonobos. Ha colaborado en diversas publicaciones como la revista La Otra, El periódico de poesía de la UNAM, La revista Ritmo…