Revista Anestesia

𝙴𝚕 𝚍𝚘𝚕𝚘𝚛 𝚜𝚎 𝚚𝚞𝚒𝚝𝚊 𝚌𝚘𝚗 𝚕𝚎𝚝𝚛𝚊𝚜

Aforemas del camino

Autor: Abel Rubén Romero

Imagen: Sofía Arizaga 

Mayo 2022

El quehacer

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Uno escribe lo que no, lo que nunca,

lo casi, lo apenas, lo quizás, lo acaso.

Frente a lo que sí, lo que ahora, cae la pluma.

Sólo nombramos lo distinto y lo ausente.

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Los poemas son un espejo; es decir, en ellos ya no está el poeta sino, con algo de suerte, quien los lee; en el peor de los casos, son traslúcidos y sus ojos caminarán de frente.

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Entre otras razones que a muchos otros parecen insignificantes, amamos la experiencia literaria (¿poética?) porque nos habla directamente. Nos miramos, nos sentimos en las palabras del otro.

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Escribir es llevar nuestra existencia al lenguaje; como si eso que somos se vertiera en las palabras y, al mismo tiempo, como si las palabras se vertieran en nosotros.

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Recordamos que la virtud es un punto medio entre el exceso y el defecto, mas debemos reparar en que, en la poesía, el exceso de virtud es un defecto.

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La extensión de un libro, de una lectura, no se mide por número de páginas, palabras o caracteres, sino por los mililitros de café y el número de cigarros que nos quedan.

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Resulta urgente que algunos poetas contemporáneos aprendan a distinguir, con nitidez, las antologías del directorio de amistades.

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Resulta urgente que algunos poetas contemporáneos aprendan a distinguir, con nitidez, la enumeración poética de la lista del supermercado.

 

Díptico

Cara A

El poema se vuelve extraordinario por cómo erige su arquitectura de sentidos. Sonidos, formas, oraciones son flechas que señalan el rumbo. Como sea, el lector va hacia donde le place y, con algo de suerte, se extravía.

Cara B

No obstante, no hay arquitectura que sostenga por sí sola la poesía.

 

Tríptico

A

El poema no dice

lo que el poeta quiere;

el poema sólo dice,

y dice todo,

lo que el poema puede.

B

Mas el poema nada puede,

ni sólo eso,

si tú no asistes.

C

El poema que dice esto,

bien mirado, de frente y de perfil,

no dice esto

ni sólo aquello.

Aunque finito

―Nada humano puede más―

el poema puede todo

lo que entre todos

del poema decimos.

La bota

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Más que rebelarnos, ¿para qué rebelarnos? Ante cualquier negación estamos ponderando un sistema que también ha sido corrompido. La duda resulta más temeraria que el no. Quizás no sea la negación, sino la pregunta, la esencia del hombre rebelde.

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El proceso electoral es ese cuento que repetimos cada cierto tiempo, durante algún periodo, para que al concluir todo siga como estaba.

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Uno tiene derecho de adorar cualquier mentira, siempre y cuando no se pretenda adaptar el mundo a ella.

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La mentira es, no se sabe, si democrática o demagógica; se vuelve más verosímil cuando más gente cree en ella. Triunfa por mayoría de votos.

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Una mentira dice más que mil palabras. Las acciones, también. Pero, ¿qué hay cuando la acción y la mentira se contradicen?

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Los abogados no mienten, sólo muestran con palabras los gestos útiles de la verdad.

 

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El revisionismo resulta incómodo porque remueve la varita que sostiene nuestras adoraciones.

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No queremos la verdad sino el consenso (hasta en el disenso). Admiramos, mas tememos, la muerte de Bruno.

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No importa que esté vacío. Si aparece, si parece, es suficiente. Lo visible es verosímil aunque no sea verdadero.

 

El modo de ir al baño

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La cultura es la gran queja, el gran lamento de la humanidad, tras mirarse a sí y no a alguien más, en el charco.

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El rescate de las tradiciones resulta artificioso. Toda práctica cultural muriente ha ganado su destino.

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Ser niño es algo esplendoroso para quien ha dejado de serlo; lo mismo que ser adulto para quien no lo ha sido.

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¿Dónde se originaron los pueblos originarios, sino en todos lados?

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Los jipsters y los jipitecas ponen de moda los sitios turísticos para después declararlos mainstream y eco-unfriendly.

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Que nunca mueran las cantinas… O que mueran después que yo muera.

El Chyquypapy

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Yo le voy al Atlante aunque gane.

El Chyquipapy

Árbol adentro

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Ayer creía que no creía; ahora ya no creo en lo que creía.

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Odio a mi generación, pero, si fuese cualquier otra, también la odiaría.

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Sólo la alegría es tan cegadora como la tristeza.

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A veces, casi siempre, resulta necesario buscar sentidos que nos devuelvan provisionalmente, a modo de tregua, la paz, la calma y, si es posible, con algo de suerte, la alegría.

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Uno no se hace viejo de tiempo, sino de pena. Los más juveniles siempre son los más livianos.

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Sólo el error es tan sabio como para dar consejos que, no obstante, muchas veces desoímos.

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El amor que aparenta ser el más manso, puede ser también el más traicionero. Algunos coyotes aman mejor que los perros. Sin embargo, todos tienen o deberían tener, de inicio, como derecho básico a la duda, el dorso de una mano confiada sobre su lomo.

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Cuando alguien, desde la tristeza, desde el fracaso, diga que nos ama, habremos de esperar hasta el éxito y la alegría para corroborarlo. No hay gente más humilde ni más tierna que la espiritualmente menesterosa.

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¿El árbol será mío si lo camino?