Revista Anestesia

𝙴𝚕 𝚍𝚘𝚕𝚘𝚛 𝚜𝚎 𝚚𝚞𝚒𝚝𝚊 𝚌𝚘𝚗 𝚕𝚎𝚝𝚛𝚊𝚜

Poemas de Gustavo Caso Rosendi

GUSTAVO CASO ROSENDI

(ARGENTINA)

 

 

UNA RECETA PARA EL GATO DUMAS

 

Primero: robarse un paquete de fideos

del cuartel “Moody Brook”

Segundo: ponerlos a hervir en el casco

con agua de una charca cercana

El secreto es el condimento

(la pintura va saltándose del acero

a medida que se recalienta)

Tercero: servir en marmita

preferentemente abollada y tiznada

Cuarto: sentado sobre una piedra

comer lentamente como si fuese

el último bocado que se vaya a saborear

 

 

 

 

EN EL CAMAROTE DEL CANBERRA

 

Se fregó y se refregó

bajo una lluvia caliente

Consiguió sacarse la mugre

pero no la angustia

pero no la desolación

Se miró al espejo

y supo que ya no era

y supo que nunca

se marcharía del todo

de esas dos islas rojas

como mordida de vampiro

 

 

 

 

 

POR ROBAR COMIDA

 

¿Y si no fuera la atadura

 que hizo el cabo y si yo fuera

 un bicho verde sostenido por

 alfileres y si fuera Gulliver

 en el país de los enanos

 y si fuera Cristo y si fuera el

 costillar al asador del último

 cumpleaños y si fuera el cordero

 que maté esta mañana

 y aún me mira y no me quita

 ni un pecado y si fuera el mismo

 cielo que se mete por los ojos

 con este dolor titilando de tobillos

 y muñecas y si yo fuera

 todas las estrellas estaqueadas

 constelando el desamparo

 de esta noche?

 

 

 

 

 

INÉS FRENCH

 

¿Le hubiese temblado la tiza

a la maestra pionera en

dibujar vocales para los

indiecitos del sur? si viviera

digo ¿le hubiese temblado la tiza

para escribir paz peace love amor?

Menos mal que ya no está pensó

el soldado de uniforme mugriento

Ochentipico tenía cuando nos dejó

¿Qué palabras hubiese escrito

ahora que los indios caemos

pronunciando esas vocales?

¿Le hubiese temblado la tiza a mi

abuela inglesa? si viviera

digo ¿le hubiese temblado la tiza

hoy que la noche parece

un pizarrón borroneado? pensó

el soldado de uniforme mugriento

 

 

 

 

 

CON LOS OJOS BIEN ABIERTOS

 

Cuando uno está por matar

es cuando más quiere la vida

Se corre se saltan cuerpos

mientras se escucha:

¡Oh! ¡Dios! ¡Ah!

como cuando se hace el amor

Corremos vaya a saber

por qué para qué para dónde

(gritos de parto gritos que parten

hacia el silencio absoluto)

y corremos como la sangre

hacia la oscuridad

sin cordón umbilical

huyendo de las vinchucas rojas

que buscan picarnos la frente

Cuando uno está por matar

puede llegar a hacerlo

o elegir esquivar el silbido

y alejarse a la orden de repliegue

o simplemente morir

Adiós soldados adiós

Ya no se debe mirar hacia atrás

Pero se mira

 

 

 

 

TREGUA

 

Arrodillado como si rezara

tiraba hacia la noche

No pude saber si era enemigo

Creo que él tampoco cuando me vio

arrastrándome como una culebra

Ambos omitimos pronunciar

una palabra que aclare la cosa

(No siempre hablando se entiende la gente.

 

 

 

 

 

 

CANTATA

 

Pasa la esquirla

y al soldado Martínez

le salen puentes

amarillos de la media oreja

y abajo la sangre

corre turbulenta

y Spinetta rema

sobre su guitarra

y gira el paisaje

como un cuadro de Van Gogh

Es por eso que hoy

cuando alguien le habla

adopta una postura

de figura egipcia

como si el silencio

de aquel hospital

le perdurara

(Pero yo sé bien que

cuando Martínez está solo

ese oído se le abre

como una ventana

y es cuando vuelve

a escuchar el silbido

y luego el trueno y luego

como un viento las voces

de los muertos que le cantan)

 

 

 

 

 

EN EL BOLSILLO DE LA CHAQUETILLA

 

Un niño cara redonda y sonriendo

Cuerpo de palotes un poco

pintarrajeado de verde pies marrones

sosteniendo en su mano una bandera

Y atrás el sol y alguna que otra

nube en el cielo redundantemente celeste

Un “¡biba la patria!”

escrito en un trazo inquebrantable

Luego seguía una inscripción

adosada por el soldado:

“La infancia con un crayón

es más poderosa que un batallón”

 

 

 

 

PUERTO MADRYN

 

Como una Moby Dick de acero

el Canberra nos derramó en la explanada

Luego el abrazo de la gente el griterío

un hogar un plato de guiso un poco de vino

el ruido del chorro del sifón y los ojos

encendidos de una chica

Partimos al atardecer

Lentas algas se amontonaban en la orilla

 

 

 

 

 

 

EN EL PALOMAR

 

Querían que comiéramos

de las miguitas del olvido

Pero no quedan palomas

después de una guerra

Pichones de cóndor desgarrando

las tripas de la verdad

 

 

 

 

DESPEDIDA

 

Aguardaba Caronte

en su bote inmundo

Mientras la Libertad rostro tiznado

gorro frigio ensangrentado

besaba a un soldado moribundo

 

 

 

 

Gustavo Caso Rosendi (Esquel, Chubut, Argentina, 1962) es un poeta argentino.

Es ciudadano ilustre de la ciudad de La Plata –donde reside- por su participación como soldado en la guerra de las Malvinas. Recibió la Faja de Honor de la Sociedad de Escritores de la provincia de Buenos Aires (1985-1986). Su obra figura en la antología “El viento también recuerda” junto a otros trabajos de excombatientes e integra el libro conjunto de poetas platenses: “Poesía 36 autores”. “Malvinas no fue un tema que Gustavo abordara en sus comienzos como poeta.[…]. Probablemente, el poeta ya intuía que no se escribe con el dolor, sino con el recuerdo del mismo. Ese dejar decantar el tema, esa distancia en el tiempo hasta llegar a “Soldados”, le permitió transformar un hecho doloroso en un hecho estético, para decirnos que, tal vez, se escriba porque se ha perdido una experiencia inefable, y al escribirla se realiza una experiencia del lenguaje”, dice Martín Raninqueo en el prólogo de “Soldados”. Otros de sus poemarios: “Elegía común” y “Bufón fúnebre”.