Autora: Rocio García Rey
Octubre 2023
Muy joven renuncié al edulcorado
sazón de la palabra mamá.
No anhelé hijos ni esperma para fecundar abismos.
Yo era el abismo y aun así dije no cien, mil veces
a los cantos de hadas de la maternidad.
En mí, abismo perdido en el ocaso,
se fracturaron una y otras batallas para
encender la sonrisa.
Yo depresión y luto no necesitaba hijos
necesitaba una dosis de palabras insurrectas.
Mochila al hombro caminé sin anhelar el llanto
de la crianza,
el llanto era por mí y por todo “el luto humano”.
Naves a la deriva me pronosticaron
la humildad ante el otoño por eso
hubo mañanas en que suavicé mi voz para
dibujar el cuerpo triste de mi madre.
Bregué por mi libertad y por no tener
que aprender nanas en lugar de la consigna.
Lo aprendí de Sylvia Plath y de Julia de Burgos.
Pero hoy es diez de mayo y los hombres
me miran y acaso uno se detiene, hace la reverencia
sagrada de la historia y con voz tierna me dice:
“Feliz día, madre”.
Mi combate termina entonces y
en el mapa no soy
sino una cifra más de la expectante pregunta:
¿Por qué no tuvo hijos?
Aparece en mi posible repuesta
la ojera del silencio, que más da responder,
si el camuflaje me lo imponen:
“Feliz día, madrecita”.